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La Pandemia de la Soledad Por Raúl Armando De La O

La soledad es la peor pandemia de la sociedad actual. Uso el término “pandemia” como metáfora para señalar el incremento de la soledad en todo el mundo que está afectando a un número considerable de personas.

Este tema es relevante. La soledad de los individuos en las naciones es ya un asunto de salud pública. Un ejemplo es China, donde se ha creado todo un “Ministerio de la Soledad”, que genera políticas, con el fin de reducir los efectos patológicos de personas solas.

Al igual que China, otras naciones como USA, Inglaterra o Japón, ya están implementando políticas públicas para personas mayores que están solas y sin redes de apoyo social. Y no solo para ellos, también para adolescentes y adultos jóvenes que  están padeciendo un  incremento de la soledad provocado por el uso excesivo de la tecnología. En Japón, este fenómeno se conoce como “hikikomori”.

La soledad que se experimenta en la actualidad viene acompañada de varios problemas de salud, principalmente de trastornos de ánimo como la depresión, la ansiedad y afines.  En el tiempo de pandemia se ha incrementado la percepción subjetiva de “sentirse solo”, lo que ha detonado las patologías mentales. La propia Organización Mundial de la Salud ya ha manifestado su preocupación por los efectos psicológicos que dejará la pandemia del Covid, entre ellos el aumento subjetivo de “sentirse solo”.

En este artículo, nos gustaría introducirnos a conceptualizar algunos aspectos básicos de la soledad. En primer lugar, es importante diferenciar que no es lo mismo “sentirse solo” que “estar solo”. Lo más dañino para la salud de las personas es el hecho de “sentirse solos”, llegando a producir efectos devastadores.

Las investigaciones en el campo de la psicobiología, han demostrado que «sentirse solos» activa las mismas zonas cerebrales que se activan en personas que padecen un dolor físico. Esto último, es una confirmación más de que el dolor psicológico produce auténticos efectos fisiológicos.

En segundo lugar, es también relevante el efecto en la percepción de «sentirse solos» que está generando la vivencia de la pandemia de infección por Covid en el contexto social. Steven Taylor, profesor y psicólogo clínico en la Universidad de Columbia Británica y autor de The Psychology of Pandemics, dice, que no estamos entrando en la misma “normalidad” que dejamos, y no somos las mismas personas que éramos entonces.

Algunos enfrentan problemas persistentes de salud mental, incluidos aquellos que han desarrollado un duelo severo y crónico por la pérdida de seres queridos, o personas que han desarrollado un trastorno de estrés postraumático debido a experiencias con la enfermedad. Uno de los aspectos del deterioro de la salud mental es la percepción de soledad.

Un nuevo vocabulario de términos psicológicos ha florecido durante la pandemia: el “síndrome de la cueva”, miedo a salir entre los vacunados; “coronafobia”, un miedo intenso a contraer el virus; y “Síndrome de estrés por Covid”. Tales términos, describen la experimentación de sentimientos de soledad.

Estas nuevas etiquetas del lenguaje ayudaron a las personas a comprender mejor sus experiencias y las experiencias de quienes les rodeaban. Pero los términos, habiendo cumplido su propósito, probablemente quedarán en el camino una vez que termine la pandemia, para ser reemplazados por etiquetas psiquiátricas más convencionales: «agorafobia», «trastorno de adaptación», como se describe en la última edición de la biblia psiquiátrica, DSM-5-TR. En los meses y años venideros, el legado emocional del Covid se hará más claro con el incremento de percibirse “solos”.

El costo de la salud mental puede no ser evidente durante algunos años. Sin embargo, la investigación sugiere fuertemente que la mayoría de las personas se recuperarán y algunas crecerán como seres humanos, un fenómeno conocido como crecimiento postraumático. Esto implica, crecer a través de la adversidad a medida que las personas aprenden a ser más resistentes y desarrollan una apreciación más profunda de las cosas cotidianas de la vida, como nuestras conexiones con amigos y familiares.

La pandemia también nos ha enseñado la importancia de desarrollar resiliencia: la capacidad de manejar los factores estresantes, grandes y pequeños, en nuestras vidas. La resiliencia puede ser un legado positivo de un par de años muy difíciles. Sin embargo, la soledad ya tiene mucha semejanza a una pandemia. Millones de personas la experimentan con gran impacto en su salud.

Creo como creyente, que la iglesia como comunidad, tiene un papel estratégico en la situación actual. Iglesia que no solo reúne a muchas personas sino comunidades de fe donde todos nos ocupamos de todos.

La iglesia como comunidad tiene poder sanador ante una sociedad enferma de soledad, su vivencia del evangelio de Jesucristo promueve la sanidad de todos sus miembros. Esto último, fue evidente en las comunidades del primer siglo como lo fue en el ministerio de Jesús. En otras palabras, la promoción de la sanidad es esencial en la iglesia de Jesucristo.

Por lo tanto, el desafío que tenemos hoy es, vivir la iglesia como comunidad terapéutica, con la capacidad de generar las relaciones entre sus miembros, para aliviar todo tipo de dolencias causadas por el impacto de la soledad y restituir la salud integral de sus congregantes.  Las acciones recíprocas entre los creyentes hacen de las comunidades cristianas sociedades más sanas. Como dice Lohfink:

 “Algunas enfermedades sólo pueden desaparecer cuando sana el entorno del enfermo, la enfermedad del individuo es siempre la herida de una sociedad enferma… Cuando el Reino de Dios se hace presente, no se limita a sanar la corporalidad del hombre hasta sus niveles más  profundos. Tiene que curar, además, hasta la dimensión más profunda de lo social. Tiene que liberar para una sociedad nueva. Tiene que  liberar de los demonios aisladores y destructores de una sociedad enferma” (Lohfink, Gerhard. La Iglesia que Jesús quería. Descleé de Brouwer, Bilbao, p. 93, 1986.).

Concluyo, que la vivencia de la fe en Jesucristo como comunidad puede generar centros alternativos de salud, dentro de una sociedad predominantemente patológica, con profundo sentimiento de soledad.

Autor: Raúl Armando De La O. Director General del Centre Pedagògic per a la Integració Familiar A. C. en Mallorca, España.

  • Licenciado en Ciencias Biológicas con especialidad en Ecología Terrestre por la Universidad Veracruzana.
  • Licenciatura en Educación Teológica por  el Seminario Anna Sanders.
  • Doctor of  Ministry en Consejería Cristiana por Doxa Internacional University.
  • Máster Psicopatología y Salud por la UNED.
  • Especialista en Intervención Psicoterapéutica por la UDED.
  • Fundador del “Programa Niños de la Calle” en la Ciudad de México.
  • Pastor fundador de la Iglesia “Dios integrando a la Familia” en el Municipio de Ecatepec Estado de México.
  • Fundador del ministerio de “Centro Pedagógico Cristiano para la Integración Familiar”, A. C.  en México.
  • Cofundador de la Escuela de niños con Capacidades Diferentes (IZBAC) en México.

 

 

 

 

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