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Nuestra capacidad de adaptación en el hogar Por Daniel Dumont

Estamos todos confinados en nuestras casas a causa de COVID-19. En mi país, llevamos dos semanas encerrados, y no volveremos a nuestra acostumbrada rutina que dentro de muchas semanas más. ¡Qué cambio tan drástico estamos viviendo en nuestra dinámica familiar! ¡Nunca pensé que estaría en casa dando clases a mi hija o que estaría trabajando en la misma mesa que mi esposa durante todo el día!  Quiero compartir con ustedes mis reflexiones acerca de la capacidad de adaptación que se requiere en el hogar. Dios utiliza el núcleo familiar para transformar nuestras vidas porque allí estamos constantemente confrontados a nuestros límites espirituales. Nuestros corazones necesitan ensancharse y el amor dentro de nosotros estirarse. De hecho, las actitudes que Dios espera de nosotros son bastante elevadas. Les invito a leer acerca de los sentimientos con los cuales hay que revestirse como hijos de Dios:

“Por tanto —como escogidos de Dios, santos y amados— vístanse de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia; soportándose los unos a los otros y perdonándose los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor los perdonó, así también háganlo ustedes. Pero sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.” (Colosenses 3, 12-14)

Es entre los nuestros que primeramente hemos de vivir el amor y la tarea puede ser muy ardua. ¡Y más aún en medio de una cuarentena! No es por nada que, en Québec, en estos tiempos de pandemia, el gobierno dispuso un presupuesto para aumentar la capacidad de los centros de atención para mujeres mal tratadas. Las tensiones pueden llegar a ser muy fuertes en el hogar, pero, con el ayuda de Dios, hay manera de sobreponerlas, y eso de manera muy eficaz. El pasaje que hemos leído nos pone la barra muy alta, además de ser compasivo, bueno, humilde, manso y paciente, nos habla del perdón, y por encima de todo esto, nos dice de vestirnos de amor.  ¿Lo logran ustedes? Yo no lo logro todo el tiempo. A veces, me siento como un león enjaulado: soy impaciente…me irrito… grito. Somos humanos y propensos a estos comportamientos, pero no hay excusas. Es importante reconocer que nuestra capacidad de amar es limitada y es necesario ensanchar nuestros corazones. ¡Gracias a Dios que nos ayuda a ir más allá de nuestros límites naturales por medio de su presencia en nuestro ser, y de su Espíritu, el cual derrama el amor de Dios en nuestro interior!

En el principio del pasaje, el apóstol nos recuerda lo que somos en Cristo: escogidos de Dios, santos y amados. Dios ha puesto en nosotros une nueva naturaleza, la cual nos permite vencer el mal y conformarnos a sus expectativas. Es solamente sobre esta base que podemos avanzar. No tratemos de llegar a ser mejor contando solamente con nuestra fuerza de voluntad. Hay que descansar en El para recibir su fuerza. Es importante también de creer lo que Dios dice acerca de nosotros. El afirma que somos santos y amados. Santos significa que nos apartó para El y empezó una obra transformadora que se manifestara más y más en nuestra vida cotidiana.  Amados, por causa del gran amor que Dios tiene para cada uno de nosotros. La verdad es que Dios nos ama de una manera que nunca podremos imaginar. Es fundamental de sentirse amado para poder dar amor a los demás. No se puede dar lo que no hemos recibido. ¿Nos has recibido el amor que necesitabas en tu infancia? ¡No importa! ¡Ahora sí lo tienes porque hay alguien que te ama muchísimo! Y este amor es suficiente par ti y te llevara a la transformación de tu ser.

Porque de eso se trata, ser transformados para vivir una vida que glorifica a Dios, y como escogido de Dios tenemos el poder de escoger ser compasivos, buenos, mansos y pacientes. En su texto, el apóstol Pablo nos pide vestirnos de estas cualidades. Quiero poner énfasis ahora sobre la palabra vestirnos. Imagínate en la mañana, después de haberte bañado, frente a tu guardarropa, tienes diferentes cambios delante de ti y puedes escoger por ejemplo entre una camisa roja u otra azul. ¿Cuál vas a escoger? Tu eres el único responsable de esta decisión. Y es lo mismo acerca de nuestras actitudes. ¡Nos corresponde elegir nuestro estado de ánimo!  Sé que no siempre es así. No podemos siempre tener el control. A veces, perdemos los estribos. Pero es importante tomar conciencia que muchas veces tenemos el poder de escoger nuestra manera de ser. Dios nos da este poder porque no estamos solos, Él está con nosotros. Y no se trata nada más de “comer nuestras emociones”; se trata de intercambiar nuestras malas emociones con las buenas emociones del Señor. Escojamos entonces la mejor ropa que tengamos en nuestro guardarropa, es decir las actitudes que reflejan el amor. ¡Qué privilegio poder vivir así!  Los que viven a tu alrededor te lo van a agradecer. Pero no solamente ellos, tú también. Vivir la vida diaria en el amor de Dios es lo mejor que nos puede suceder.

En estos tiempos, todos vivimos una prueba fuera de lo común y tenemos la impresión que algo irreal está ocurriendo en el mundo. Pero todo eso es muy real y nos va a tomar mucho tiempo para volver a la normalidad.  Algunos padecen de manera más severa que otros, según la situación médica, social o económica de cada quien. Nadie es indiferente ante los dramas que viven ciertas familias y en medio todo eso se percibe solidaridad entre la gente. Sabemos que todo lo que ocurre está permitido por el Señor. Algunos pueden preguntar: ¿pero porqué Dios permite estas cosas? Parte de la respuesta a esta pregunta es que tenemos muchas cosas que aprender y es atravesando pruebas que los mejores aprendizajes se hacen. Y el núcleo familiar es el lugar donde se aprende mucho porque allí estamos confrontados a nuestros límites.  El Reino de Dios se vive en las comunidades y en la sociedad, pero es aún más importante que se viva en el hogar. De hecho, si no lo estamos viviendo ahí, somos hipócritas. Se puede engañar a mucha gente, pero no a los que nos acompañan en la casa. Es en la intimidad que se puede saber lo que hay realmente en nuestro corazón. En el plan divino está la familia porque en ella Dios nos hace mejores personas.

Autor: Daniel Dumont. Graduado del Seminario Anna Sandder. Es profesor de francés en Cégep de Sainte-Foy. Vive en  Ciudad de Quebec, Canadá. Estudio Enseñanza de idiomas en Université Laval.

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Gacbriel
Gacbriel
4 years ago

Excelente reflexión

Sakuaku Wankana
Sakuaku Wankana
4 years ago

muy interesante comentario sobre la capacidad de adaptación que muchos han olvidado pero que la situación nos lo recuerda de una manera forzosa.

Sarai Amador Alcantara
Sarai Amador Alcantara
4 years ago

Una verdad muy real.
A veces el evangelio se llega a creer que parte desde afuera y se buscan actividades desde fuera buscando alcanzar el reino para los demás y no estoy en desacuerdo es un mandato. Pero se hace a un lado lo primordial la familia que es donde nacen y se hacen los principios del reino.
Gracias por la aportación hermano, gracias por recordarnos que el mayor deseo de Dios es hacernos habitar en familia.

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