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Jesús y las mujeres

Por Nayara Flores Uribe

En los tiempos de Jesús existía una serie de presupuestos que de manera general colocaban a la mujer en un lugar de inferioridad y marginación.

Se creía que Dios había creado a la mujer para proporcionar una “ayuda idónea” al varón, sin embargo, lejos de ser esa ayuda, fue ella quien dio a comer del fruto prohibido al varón provocando así la caída de ambos. En la percepción social la mujer pasó a ser una fuente peligrosa de tentación y de pecado.

Se pensaba también que la mujer era propiedad del varón. Primero pertenece a su padre; al casarse, pasa a ser propiedad de su esposo; si queda viuda, pertenece a sus hijos o vuelve a su padre y hermanos. “No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”. Desde esta perspectiva era impensable que la mujer tuviera cualquier tipo de autonomía. Ella no podía heredar, ni hablar por sí misma en público o en un juicio.

La función social de la mujer estaba claramente definida: tener hijos y servir fielmente al varón. Por ello la esterilidad era vista como una gran maldición. Desde muy temprana edad, los varones tenían funciones de mando y las mujeres funciones de subordinación.

La vida de una mujer estaba fuertemente condicionada por las reglas de pureza sexual. La mujer era ritualmente impura durante la menstruación y el parto. Probablemente esta era una de las razones por las cuales estaban excluidas del sacerdocio, de la participación plena en el culto y de las áreas sagradas del templo. Entre el periodo y los partos ¿Cuánto tiempo tenía que permanecer aislada una mujer? Yo creo que lo más difícil de esto era la sensación de inferioridad y estar excluida de la presencia de Dios.

Una de las responsabilidades del varón era cuidar del honor de la mujer y defenderlo públicamente. Las mujeres, por su parte, tenían que cuidar de su propia reputación y no avergonzar a la familia. En este sentido, la mujer era considerada como un ser vulnerable, necesitado de protección de la agresión sexual de otros varones. Entonces, lo más seguro para todos, era retirarlas de la esfera pública y recluirlas en el hogar. Así que el ámbito público, social pertenecía al varón y el ámbito privado a la mujer.

Flavio Josefo resumió bien el sentir más generalizado hacia la mujer en tiempos de Jesús: “Según la Torá, la mujer es inferior al varón en todo”.

Muchas de estas concepciones surgieron de una interpretación sesgada de las Escrituras. Lo tremendo es que hoy en día seguimos transmitiendo algunos de estos presupuestos sin reflexionarlos. Muchas veces se ha usado la religión para legitimar prácticas de dominación que no reflejan el corazón de Dios ni para el hombre ni para la mujer creados a la imagen y semejanza de Dios.

En este contexto es que nos sorprende el hecho de que hubo una gran presencia de mujeres en la vida de Jesús. Hoy nos puede parecer lo más normal del mundo. Pero en aquél entonces, no era para nada normal que las mujeres fueran tomadas en cuenta y mucho menos que siguieran a un maestro itinerante como Jesús.

Las mujeres son protagonistas en la historia de Jesús. Elisabet, María y Ana, después de un silencio de cuatrocientos años son las primeras en recibirlo. María su madre, María Magdalena, Salomé y las otras mujeres, son las únicas que no le abandonaron en el terrible momento de la cruz. Fueron ellas las primeras en ver al resucitado y las últimas en verlo partir.

Llama también la atención que a Jesús le siguieron todo tipo de mujeres: pobres, ricas, judías, extranjeras, casadas, viudas, repudiadas, niñas, adolescentes, ancianas, enfermas, sanas, mujeres piadosas, pero también endemoniadas, adúlteras y prostitutas.

Mención especial merecen sus amigas entrañables: Marta y María de Betania y María Magdalena.

Algo debió tener Jesús que todas estas mujeres se atrevieron a seguirle por los caminos de Galilea liberándose así de su marginación. Seguramente Jesús fue el primer hombre que las trató de manera diferente y les mostró una alternativa de vida más digna.

En su trato con las mujeres Jesús rompió todo tipo de esquemas. De manera sencilla, natural pero valiente redefinió con su ejemplo un trato digno a la mujer. El echó abajo los estereotipos vigentes y no se dejó condicionar por prejuicio alguno. Se acercó a las mujeres sin recelo y se relacionó abiertamente con ellas. Los hombres y mujeres que le siguieron no escucharon de sus labios las expresiones despectivas hacia las mujeres, tan frecuentes en los hombres de su época.

Jesús no aceptó, por ejemplo, que la mujer fuera considerada como fuente de tentación y ocasión de pecado para el hombre. En contra de la tendencia general, que advertía a los varones sobre las artes seductoras de las mujeres, Jesús puso el acento en la responsabilidad de los hombres y les señaló su propia lujuria. “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”.

Jesús reaccionó también con audacia frente al doble criterio de moralidad que se usaba para enjuiciar de manera desigual al varón y a la mujer. Jesús no humilló, reprochó o condenó a la mujer encontrada en adulterio, pero si denunció la hipocresía: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que arroje la primera piedra”.

En un contexto en el que el hombre podía repudiar a su mujer por cualquier causa, el maestro confrontó a los fariseos cuando le preguntaron sobre este privilegio unilateral del varón. Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así”.

En casa de sus amigas María y Marta, Jesús desafió la visión generalizada de que la mujer se ha de dedicar exclusivamente a las tareas del hogar. Hay algo mejor a lo que tiene derecho tanto como el hombre: la escucha de la Palabra de Dios, la oportunidad de ser enseñada por el maestro. Jesús dijo de ella “María ha escogido la buena parte y no le será quitada”.

Había también algunas prostitutas, consideradas por todos como la peor fuente de impureza y contaminación. La presencia de estas mujeres en la comitiva de Jesús resultaba escandalosa. Jesús desafió de manera provocativa a los religiosos: “Los recaudadores y las prostitutas entran antes que vosotros al reino de Dios”.

Jesús aceptó tener seguidoras en contra de las leyes religiosas. Lucas dice que algunas mujeres que habían sido sanadas y liberadas de malos espíritus como María Magdalena, Juana y Susana escuchaban su mensaje, aprendían de él y le seguían de cerca, al igual que los discípulos varones. Lucas dice claramente que le servían y lo apoyaban con sus bienes. Tenemos que entender que viajar por el campo siguiendo a un varón y dormir en descampado junto a un grupo de hombres era un escándalo. Probablemente algunas iban acompañando a sus esposos, pero otras eran probablemente mujeres solas.

La historia de la samaritana es una de las más hermosas. Jesús desvió su camino, “me es necesario pasar por Samaria”. Para Jesús las mujeres somos una prioridad, a él no le importó dejar a las multitudes por causa de una sola mujer.

Con una sensibilidad poco usual Jesús hizo visible a las mujeres en sus enseñanzas. Tuvo la costumbre de hablar explícitamente de ellas y a ellas. Las hizo protagonistas de sus parábolas y aprovechó cualquier situación para presentar a las mujeres como modelo de fe, generosidad y entrega desinteresada.

Las mujeres, que se pasaban horas hilando y tejiendo la ropa de la familia en los patios de sus casas, le entendieron a la perfección: “ni Salomón se vistió así”. Sabían a que se refería cuando dijo “la mujer que leuda la masa”.

Les habló de la “viuda inoportuna” que reclama tenazmente sus derechos hasta conseguir que el juez le haga justicia. Puso de ejemplo a la viuda que ofrendó todo lo que tenía.

Y en una de sus parábolas comparó a Dios con la mujer que barre toda la casa hasta encontrar la moneda que perdió.  Comparar a Dios con un padre, con un pastor y con una mujer debió haber sido muy chocante para los religiosos de su tiempo, pero muy alentador para los más necesitados.

Por su parte, estas mujeres también se atrevieron a romper los roles establecidos, clamaron por su salud, cuando el que tenía que hablar por ellas era el varón del cual dependían, salieron solas a lugares públicos, tomaron decisiones y siguieron a Jesús.

El encuentro con Jesús no solo cambió la forma en que el resto de su sociedad las percibía; sino más importante aún, cambió la forma en que ellas se percibían a sí mismas. Lo que pensamos eso somos. Ellas dejaron de ser mujeres débiles y necesitadas para convertirse en mujeres poderosas con la capacidad de dar a otros lo que habían recibido.

¿Qué lecciones podemos aprender del trato de Jesús a las mujeres?

La primera lección, es que no importa el contexto en el que te toque vivir –Jesús vivió en una de las sociedades más machistas y patriarcales que han existido–, siempre podemos escoger vivir de manera justa y tratar a los demás con la honra y dignidad que Dios les ha dado.

La segunda lección, es que la crítica y denuncia que Jesús hizo contra los prejuicios de género de su época no fue en acaloradas discusiones teóricas, sino a través de la poderosísima fuerza del ejemplo, de la coherencia entre lo que él pensaba, decía y hacía. El podía tratar a las mujeres con dignidad porque estaba convencido de que eran dignas. Es lo que creía, es lo que enseñaba y es lo que vivía.

La tercera lección, es que Jesús estuvo dispuesto a pagar el precio de ser diferente. El no se dejó determinar por los prejuicios y estereotipos de su época en contra de las mujeres, aunque eso significó para él estar expuesto a la critica, el escándalo y el rechazo continuo. Eventualmente Jesús fue llevado a la cruz a causa de su vida y su mensaje.

La cuarta lección, es que Jesús predicó con su vida y ejemplo, una forma diferente de poder. El poder para amar en contra del amor al poder. Enseñó que el reino de Dios es un reino al revés, un reino en el que no hay espacio para la dominación pecaminosa de unos sobre otros. En este reino los mayores son los que sirven a los demás. Para Jesús el servicio no es cuestión de género sino de carácter del hijo del reino. De ahí, que la presencia de las mujeres en el grupo de discípulos no fuera secundaria o marginal. Ellas fueron el modelo del verdadero discipulado.

Las mujeres que le seguían no discutieron, como los varones, sobre quién tendría más poder en el reino de Dios. Jesús fue el primero en servirnos y despojarse de toda su gloria para hacerlo. Quizá en más de una ocasión Jesús se puso a servir uniéndose a las mujeres, “ejemplo os he dado”.

La quinta lección, es que Jesús nos ve con una mirada muy diferente. Nosotros debemos aprender a vernos como él nos ve y tratarnos a nosotras mismas y a las mujeres de nuestro entorno madres, abuelas, hijas, hermanas, compañeras de trabajo, ministerio, iglesia, de la misma manera que Jesús nos trató.

A pesar de que hoy en día se ha avanzado mucho y la condición de las mujeres ya no es la misma que vivieron las mujeres en el tiempo de Jesús, aún queda mucho por hacer y por alcanzar.

Hoy podemos estudiar, votar, trabajar, recibir un salario, decidir con quien queremos casarnos, tener propiedades, y ya no se nos excluye de espacios públicos por tener el periodo; pero aún así, seguimos topándonos en el día a día con los residuos de una cultura machista, basta con estar atentos a las desigualdades y a la violencia creciente en contra de las mujeres.

Como cristianos tenemos entre muchas otras cosas, la asignatura pendiente de revisar la interpretación de muchos pasajes bíblicos que han sido usados para legitimar prácticas que están muy alejadas de la justicia y la dignidad. Tales como el torpe consejo de un líder que pide a una mujer soporte situaciones de violencia en casa con tal de “ganar a su esposo para Cristo”.

Tenemos que entender que por mucho tiempo hemos leído la Biblia sin reflexionar la diferencia entre literatura prescriptiva y literatura descriptiva y nos han faltado herramientas de interpretación. El hecho que encontremos pasajes, por ejemplo, que hablan de poligamia y otras costumbres que hoy nos parecen fuera de lugar, no significa que estos registros están ahí para legitimar dichas prácticas o que dichos pasajes tengan que interpretarse de manera literal.

Estoy convencida que una labor responsable de interpretación de las Escrituras nos llevará a encontrar en ella fundamentos suficientes para enseñar que el varón y la mujer son igualmente dignos, creados a imagen y semejanza de Dios, y que cada uno desde su diferencia es corresponsable en generar relaciones que reflejen esa imagen de Dios.

AutorNayara Flores Uribe. Maestría en Ciencias con especialidad en Investigaciones Educativas. Departamento de Investigación Educativa, Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional. México, D.F.  1996-1998. Becada por CONACYT.

Licenciada en Pedagogía. Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F. 1986-1990.  Medalla Gabino Barreda.

Associate of Arts. High Honors.  Christian Life College. Stockton, California USA, 1984-1986. Scholarship.

Presidenta del Centro Pedagógico para la Integración Familiar 2010 hasta la fecha.

Investigador Educativo. Programa Niños de la Calle, A.C.  Octubre 1991, Agosto 2004 México, D.F.

Pastor Asociado.  Iglesia Dios Integrando a la Familia Octubre 1991- Enero 2005. Ecatepec, Edo. México.

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José Luis Altamirano
José Luis Altamirano
5 years ago

Excelentísima exposición pastora.
Y estoy muy de acuerdo con ella.

María del Carmen Badillo Martínez
María del Carmen Badillo Martínez
5 years ago

Gloria a Jesús por su amor, por incluirme en los asuntos del reino, a su nombre honra, gloria y honor

Begoña
Begoña
5 years ago

“La mujer calle en la congregación “ la Palabra De Dios es la misma Ayer hoy y x los siglos”

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